lunes, 19 de octubre de 2009

DEFENDIENDO LA DISCAPACIDAD

El punto de vista predominante percibe la discapacidad como un asunto personal trágico, producto de una deficiencia que es la causa principal de la discapacidad- incluso en casos en los que no existen factores clínicos-. esta visión se ha visto muy influenciada por el discurso médico sobre la discapacidad, que se centra exclusivamente sobre los aspectos clńicos del cuerpo humano y presta poca atención a sus aspectos sociopolíticos. el lenguaje en este discurso utiliza la noción de disapacidad y deficiencia simultáneamente. Este marco médico está reforzado por los discursos laicos y religiosos que definen a los discapacitados como "personas que necesitan ayuda (Llewellyn, 1983), que son objeto de compasión (Borsay, 1986), casos trágicos (Oliver,1986) que son dependientes y niños eternos....(y) de un rendimiento bajo conforme a los niveles ideales" (en Fulcher, 1989a: 28). Al analizar de qué forma responden las instituciones sociales a las personas a las personas etiquetadas como discapacidadas, Fulcher muestra cómo la discapacidad se ha construido como una dependencia a través de complejas políticas de procedimientos cuyos objetivo es regular en mayor medida la vida de individuo.
La discapacidad es una "categoría" construida por discursos en los que la ideología médca ha logrado imponerse sobre otras gracias a su posición de poder en la hegemonía de los discursos.
El principio de normalización ha sido objeto de mucho debate, confusión y falta de entedimiento porque implica la construcción de la "normalidad". Wolfensberger ha definido la normalización como el "uso de medios culturalmente normativos para ofrecer a las personas (devaluadas) unas condiciones de vida al menos tan buenas como las del ciudadano medio, y para apoyar en lo posible su comportamiento, su apariencia, sus experiencias, su categoría social y reputaciń." (En Candappa y Burgess, 1989:71)
Al ampliar esta definición, Wolfensberger aclaró que una persona se ve devaluada no a través de sus "diferencias" en sí, sino por aquellas "diferencias" negativamente valoradas según un baremo determinado por otros factores culturales y sociales. Asimismo, sugiere que esta devaluación puede eliminarse cambiando las percepciones y valores de los individuos, y una condición necesaria para que se dé dicho proceso es minimizar las diferencias (los estigmas) que activan la devaluación que realizan los mismos (en candapp y Burgess, 1989:71).

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