lunes, 19 de octubre de 2009

INTEGRACIÓN A LA ¿UTOPÍA?

1.-DE LA INTEGRACIÓN A LA INCLUSIÓN.
La integración constituye uno de los fenómenos de mayor trascendencia en los últimos años en el campo de la educación. Su origen en la década de ls 60 -inicialmente en los países desarollados, aunque extendiéndose progresivamente a todos los demás- debe buscarse, por un lado, en los movimientos a favor del derecho de las minorías a no ser discriminadas por razón de sus diferencias y, por otro, en la creciente conciencia de que las condiciones de marginación en las que vivían las personas con discapacidad -entre otros colectivos- suponían un empobrecimiento para su desarrollo personal y social.
La historia reciente de los movimientos educativos y de las iniciativas legislativas en distintos países, la toma de posición de los organismos internacionales (UNESCO, OCDE) y los manifiestos de las asociaciones de las personas afectadas o de sus padres constituyen una buena prueba de lo que se acaba de afirmar. En nuestro país, con sólo recordar la Ley de Integración Social de los Minusválids (2982), que dio pie a los llamados decretos de integración promulgados por el MEC (1985) y por los gobiernos de las distintas CCAA con competencias, y la LOGSE (1990) parecería suficiente para dar una idea de la magnitud de la incidencia de la integración en el sistema educativo.
En efecto, la reforma educativa ha supuesto el reconocimiento del derecho de todas las personas con discapacidad a ser escolarizadas siempre que sea posible en un centro ordinario, confirmando las prácticas integradoras iniciadas ya unos años antes. La presencia de este alumnado en los centros ha comportado importantes cambios organizativos, metodológicos, y curriculares, así omo una demanda insistente de recursos materiales, personales y de formación; a veces, también, ha provocado resistencias, dicrepancias entre las distintas personas o instancias implicadas y algún que otro contratiempo. es decir, parece que la práctica de la integración a nadie ha dejado indiferente.
Al cabo ya de quince años de integración, una rápida valoración permitiría afirmar que, aunque a menudo el profesorado no se ha sentido suficientemente preparado yasistido para acometer con garantías las exigencias derivadas de la integración , el esfuerzo llevado a cabo por muchos profesores para adaptar la respuesta educativa a las necesidades particulares de determinados alumnos ha revertido en una mejora de la calidad de la educación para todo el alumnado.
En un sentido amplio, hoy en día tanto la reflexión como la práctica de la integración en nuestro país se sitúa en el cumplimiento de uno de los objetivos de la reforma que es justamente hacer de los centros educativos un entorno comprensivo capaz de acoger y atender adecuadamente a la diversidad de necesidades de los alumnos.
La opción a favor de un currículo básico para todos los alumnos y pro tanto, de una escuela comprensiva exige tomar en consideración las distintas necesidades presentes en el alumnado con el objeto de que no se conviertan en fuente de discriminación sino que se perciban como indicadores del tipo de apoyos que an a necesitar con objeto de facilitar su progreso y, en última instancia, el logro de los objetivos establecidos para cada una de las etapas educativas.
La integración de los alumnos con algún tipo de discapacidad no puede sustraerse a este concepto amplo de diversidad sino que en él encuentra pleno sentido, dado que este planteamiento nos lleva a centrar la atención no tanto en lo que tienen de diferente estos alumnos -aunque lógicamente sin menoscabo de sus características personales- sino en la naturaleza de la respuesta educativa, es decir en el tipo y grado de ayuda que necesitan para progresar.

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